lunes, 15 de noviembre de 2010

Anduve por el dorso de tu mano



Anduve por el dorso de tu mano, confiada,


como quien anda en las colinas

seguro de que el viento existe,

de que la tierra es firme,

de la repetición eterna de las cosas.

Mas de repente tembló el universo:

llevaste la mano a tus labios y bostezando

abriste la noche como una gruta cálida.

Llevabas diez mil siglos despertando

y el fuego ardía impaciente en tu boca.

De "Hainuwele" 1990, Chantal Maillard