miércoles, 30 de noviembre de 2011

Propina

Son las nueve de la mañana y un tímido sol lucha por salir  detrás de la cortina de niebla que apenas deja ver el edificio del Hospital. Sube en el ascensor a la tercera planta donde se encuentra la Sala de Ciclos del servicio de Oncología. Hoy es el cuarto ciclo de este nuevo tratamiento al que tiene que someterse, está contenta, la visita del día anterior estuvo llena de esperanza. El tratamiento está funcionando, le dijeron, el Tac muestra la desaparición de uno de los nódulos y ha dejado al otro en menos de la mitad de su tamaño.
Saluda a las enfermeras mientras pasa su mirada por la sala que está llena. No hay rostros conocidos y solo una butaca libre cerca del gran ventanal. A su lado una mujer de mediana edad le saluda con una brillante sonrisa, lleva ya una hora de las cinco que va ha pasar, le dice señalando su vía y el monitor cargado con las bolsas de su tratamiento. Al oírla siente una infinita ternura por el coraje que demuestra.
Una de las enfermeras prepara la suya y empieza a correr el suero por sus venas, mientras colocan las bolsas de su tratamiento la mujer le pregunta si también tiene que estar tanto tiempo. No, le contesta, solo dos horas, tengo suerte.
La niebla empieza a levantarse y la mujer empieza a contarle su historia, el año que tardaron en encontrar su tumor, los dolores, la incertidumbre, la operación complicada y los cinco años que lleva con la quimioterapia. Como se enfrentó a ello, la ayuda que ha recibido de su marido y de sus hijas. Las miradas de deseo de su marido pese a llevar tanto tiempo calva, le dice con una sonrisa pícara. Lo mucho que la enfermedad le ha enseñado de ella misma y de los demás.
No se han dado cuenta y llevan más de una hora hablando. Llevo cinco años viviendo de propina, le dice la mujer. He visto nacer a tres nietas, he seguido en lo posible mis fines de semana de senderismo con mi marido. He viajado y disfrutado de cada día vivido. Una propina que no olvidaré mientras viva.
Es la misma sensación que a ella también le embarga...
No hay otra palabra posible. Pues eso es lo que fue. Una propina.
Una propina, estos diez años pasados.
Vivo, sobrio, trabajando, amando y
siendo amado por una buena mujer. Hace once
años le dijeron que tenía seis meses de vida (…)
Después de eso todo fue una propina, cada uno de los minutos,
hasta ahora, incluyendo cuando le dijeron eso;
Bueno, algunas cosas se vinieron a bajo y
algo creció en su cabeza : “No lloréis por mi”
-les dijo a sus amigos- “Soy un hombre de suerte.
He vivido diez años más de los que yo o cualquiera
esperaba. Pura propina. Y no lo olvido “
Raymond Carver